Diferencias entre una franquicia y una empresa propia de transporte
Para empezar, a modo definición, una empresa de transporte (o logística) no es más que una compañía que almacena y entrega productos o bienes de otras empresas o particulares al resto de particulares y empresas a nivel nacional y/o internacional. Existen distintas tipologías, de carga completa, intermediarias, mensajería y paquetería, paquetería express… en función del objetivo final y su mercado, el negocio se puede estructurar de maneras muy distintas.
Es importante saber que es una actividad regulada y que cuyos requisitos administrativos que se deben tramitar para montar una empresa de transporte son numerosos: conseguir la Autorización de Transporte Público de Mercancías, el título de competencia profesional además de todas las licencias y requisitos necesarios para poder empezar una empresa desde cero.
Otro factor importante de emprender una empresa de transporte propia es la inversión inicial y su amortización: desde la compra o financiación de todos los vehículos y maquinaria necesarios para la actividad hasta los gastos que acarrean el crear una nueva marca (publicidad, generación de clientes y posicionamiento de marca) haciendo que el desembolso inicial sea alto repercutiendo en un punto de equilibrio del negocio tardío y costoso. Abrir una empresa de transporte es, en definitiva, un negocio a largo plazo.
Una franquicia del sector transporte, en cambio, se parte ya con el valioso know-how de la empresa franquiciadora, con el asesoramiento, formación y soporte de una empresa que ya lleva años operando, con su reputación de marca (nacional y en algunos casos internacional) ya establecida y con los trámites tanto administrativos como financieros ya pautados. La diferencia es que se debe de abonar un canon de adhesión a la franquicia y un royalty que depende de la facturación de ésta en concepto de mantener este know-how entre otros.